Todos/as somos la suma de dos tipos de energía: la energía masculina y la femenina. Todo ser vivo es la suma de éstas: un gameto masculino y uno femenino. En el caso de los humanos somos la unión de un óvulo y un espermatozoide.
Después, cuando nacemos lo hacemos siendo niños o niñas. Crecemos y somos hombres y mujeres. Y nos identificamos con uno de esos dos géneros, o con el femenino, o con el masculino. Pero de lo que no somos conscientes es que en nuestro día a día seguimos siendo esa suma. No todo lo que decimos y hacemos es meramente femenino, sólo de chicas; o masculino y sólo de chicos. Si no fíjate.
La energía masculina está asociada con el conocimiento, el pensamiento, la fuerza y la ejecución de las cosas. Y la energía femenina está más relacionada con el amor, nuestros sueños e ilusiones, la nutrición y el cuidado de nosotros mismos y todo lo que nos rodea.
Y ahora yo te pregunto: ¿todo lo que haces a lo largo del día sólo corresponde a uno de los dos polos?
Si eres hombre. ¿Sólo piensas y realizas cosas de fuerza? ¿No te nutres? ¿No te cuidas aunque sólo sea duchándote y vistiéndote? Eso son cosas relacionadas con la energía femenina.
Y si eres mujer. ¿Sólo nutres tus sueños? El simple hecho de pensar en ellos o de hacer algo que te ayude a alcanzarlos ya pertenece a la energía masculina. ¿No aplicas fuerza en nada? Aunque sea sólo para abrir una simple botella. Eso pertenece a la energía masculina.
Muchas veces rechazamos y menospreciamos uno de estos dos polos por el simple hecho de identificarnos con el otro y no somos conscientes de que ambos polos están en nosotros.
Negar que en ti están los dos polos no te favorece pues te hace estar en desequilibrio y te impide estar en armonía contigo mismo o misma. Sólo reconociendo que tienes aspectos masculinos y aspectos femeninos podrás llegar a un equilibrio y sentirte en paz contigo mismo o misma.
-Sara Estébanez-