Me levanté somnolienta y abrí la puerta. Ante mí apareció una esbelta morena de dulces curvas redondeadas y prominentes pechos.
– ¿Qué desea? – Pregunté sorprendida de ver a alguien como ella ahí ante mí.
– Vengo a ofrecerle mis servicios. Es un regalo de la casa.
– ¿Un regalo? ¿Y a qué debo tan alto honor?
– Cuando una mujer es azotada por primera vez, tenemos un detalle con ella a cuenta de la empresa.
– ¿Eso significa que no me va a costar más?
– En absoluto señorita. La “Rosa del otro mundo” es un obsequio.
No sabía qué hacer. Mi estado era lastimero. Mis glúteos seguían ardiendo. Sin embargo, “si era un presente para después del estreno de una en lo que es el castigo, no podría conllevar más dolor, sino que tendría que ser algún tipo de calmante.” Pensé para mis adentros.
Y, efectivamente, así fue.
Tras aceptar su invitación, la fiesta de calma, placer y excitación hizo acto de presencia rápidamente.
– Por favor, señorita, ¿podría tumbarse bocabajo sobre la cama? – Imploró mi interlocutora en un tono dulce y suave.
Me encontraba tan molesta, que cualquier cosa que beneficiase a mis glúteos era bienvenida. ¿Se calmarían ese escozor y ese picor surgidos por la azotaina?
No lo dudé ni un momento e hice caso. Me recosté dejando al aire mis desnudas posaderas. ¡¡¡Ahhh qué gusto!!! Un dulce aceite con olor a almendras refrescó toda la zona mientras su mano se deslizaba lentamente con una sutileza y un esmero inusuales evitando cualquier presión que pudiese irritar más la zona.
El frescor de aquel ungüento hizo que mi temperatura corporal descendiese. Sus manos eran angelicales. La quemazón y las molestias descendieron paulatinamente, hasta el punto de que casi desaparecieron por completo.
Lo curioso es que ella era totalmente consciente de todo. Daba la sensación de que mi cuerpo le hablara.
En el momento que mi fuego externo dejó de hacer acto de presencia, pude percibir que algo bullía en mis adentros. No daba crédito a las sensaciones que estaba percibiendo. ¿Cómo podía ser que el simple tacto de unas manos femeninas estuviese despertando mi deseo sexual? Estaba empapada.
Nada más percatarme de mi estado de excitación, sus manos se deslizaron a mi entrepierna. Era como si me estuviese leyendo la mente. No sé cómo lo hizo. De repente, un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo y culminé gimiendo mostrando el estado de éxtasis que me provocaba.
Pero la cosa no cesó ahí. A continuación, sus carnosos labios se posaron en mi ser. Pequeños y suaves lametazos precedieron a su penetrante dedo con el que comprobó mi estado de excitación.
Ese consabido calor interno volvió. Y un suave vaivén de su mano me llevó a un potente orgasmo, si cabe aún mayor que el anterior.
La suma de excitación y placer me llevaron a un profundo sueño del que no desperté hasta el día siguiente.
Continuará…
-Sara Estébanez-
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