Desde que comencé a ejercer como terapeuta siempre me ha llamado la atención las etapas por las que pasa una pareja. Independientemente de dónde sean o de dónde provengan, son las mismas. Vividas con mayor o menor intensidad o incluso con mayor o menos consciencia. La gran mayoría de ellas son capaces de identificar algunas de las fases por las que han pasado, pero otras no. Ya sea porque son menos reseñables de forma secilla, o las encuadran dentro de otras.
La primera etapa por la que pasa toda pareja, es la del Enamoramiento. Es lo que conocemos como el momento del flechazo. ¿Os acordáis de cuando os enamorasteis de vuestra pareja? Para durante unos instantes y tratar de recordar cómo fue aquel encuentro. ¿Qué le pasaba a vuestro cuerpo interiormente? Un sinfín de mariposas revoloteando por ahí. Es el comienzo de todo. Todo nuestro ser (pensamiento, cuerpo y emociones) está dedicado a esa otra persona. Somos simbióticos, si podemos, estamos todo el día pegados el uno al otro. Flotamos. Estamos con una permanente sonrisa en la boca, y por supuesto, con el nombre de nuestro enamorado en mente en todo momento. Ese el principal tema de conversación que tenemos: cómo es, qué hace, a qué se dedica, y lo maravilloso que es. Somos monotemáticos. Sin embargo, es probable que nuestro entorno tenga otra opinión, un poco más ajustada a la realidad. Pero para eso es esta etapa, para vivir en una nube.
La segunda fase es la de la Relación y la Vinculación. Durante ella, la intensidad del enamoramiento ha bajado y empezados a ser capaces de ver al otro tal cual es. Y nos compensa. Sus cosas buenas pueden con aquellas que igual nos gustan menos. Nos dirigimos a la pareja con un “nosotros”. Empezamos a construir el vínculo, a formar el equipo. Uno donde juntos nos enfrentemos a las pruebas de la vida. Formamos un vínculo más sólido en todos los aspectos. Esas mariposas de la anterior etapa van desapareciendo poco a poco, pero aún nos queda alguna durante una temporada. Sin embargo, ya somos capaces de no tener todo el día su nombre en la boca y pasar ratos sin estar juntos.
Una vez que la relación empieza gestar un vínculo más profundo aparece la tercera etapa, La Convivencia. Es un salto cualitativo con respecto a la anterior. Estamos frente a frente. Generando herramientas para resolver conflictos, para aprender a convivir con mis manías y con las del otro. A superar enfados, problemas. A disfrutar de las alegrías y de las pasiones. Es cierto que esta etapa podríamos dividirla en otras más pequeñas. El primer año, el más complejo. Ese momento del acoplamiento tanto dentro como fuera de la cama. Donde más aprendemos de nosotros mismos y del otro. Tenemos que ajustar nuestras necesidades y las del ser amado. A tener en cuenta muchas cosas antes de tomar decisiones. A tener presente al otro. Aunque hable de dificultad, también contamos con la ilusión, el amor, las ganas de ver a la pareja todos los días. Esto ayuda mucho a superar el primer año de convivencia.
Pasados unos años, y aquí dependerá de cada pareja y cómo haya construido su universo conjunto, llega la cuarta etapa, La Autoafirmación. Ambos miembros de la pareja abandonan el “nosotros” para pasar al “tú” y al “yo”. Necesitamos recuperar en parte nuestro mundo individual. Lo que nos gusta o disgusta, lo que nos apasiona, la ilusión de nuestros sueños… pero sin que la pareja esté presente. En este momento se produce un ajuste, una pequeña “crisis” por la que pasar. Durante este periodo pueden darse propuestas laborales importantes para uno de los miembros o para los dos. Y aquí toca, subir de nivel en el crecimiento, sentarse y replantearse el rumbo de la relación. Cuestionarnos hacia dónde queremos que vaya, cómo nos vamos a implicar para llegar a ese nuevo puerto. Suele ser, en la mayoría de los casos, un periodo importante a nivel vital.
La quinta etapa trata de la Colaboración. Una vez transcurrida por la crisis anterior, resurge una nueva relación de pareja. Más profunda si cabe. Mucho más implicados en el uno con el otro, con ese nuevo “nosotros” sin abandonar la individualidad. Ambos miembros tienen las herramientas y la madurez suficiente como para “tirar del carro” y construir un mundo más adecuado a la realidad que viven. El enamoramiento puede haber pasado ya, pero aparece un Amor más sólido, más estable y mucho más adulto y maduro que ayuda a superar prácticamente cualquier circunstancia que aparezca.
La última etapa por la que pasan, es la llamada Adaptación. En este periodo ya hay formada una pareja sólida, que han ido construyendo sus miembros. La madurez es el signo destacado. Lo que al principio podía suponer un problema entre ambos, a estas alturas, ya ni siquiera es importante. Se ha aprendido a discutir de una manera civilizada. Pero lo que es más relevante es que se ha perdido el miedo a las crisis y a las discusiones. Todo parece más sencillo, más fácil. Tenemos la seguridad de que estamos donde queremos estar.
El tiempo que dura cada etapa dependerá de cómo se enfrenten a la relación los miembros que en ella se embarcaron. Recuerda siempre, el tiempo es relativo si se está donde se quiere estar. Disfruta del camino.
-Ruth Fernández-
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