¿Alguna vez has oído hablar de personas adictas al sexo? Seguramente sí. Y estoy casi segura de que enseguida te viene a la mente la Ninfomanía. Cierto, pero sólo me has contestado desde el punto de vista de las mujeres. ¿Sabrías decirme cómo se llaman los hombres a los que se les diagnostica adictos al sexo? Esta respuesta es más complicada. Tranquilos que poca gente lo sabe. A este tipo de patología desde el punto de vista masculino se le denomina Satiriasis.

Muchas veces la adicción al sexo está considerada como algo bueno, como una cuestión que “ya lo quisiera yo para mí”, o incluso “¿cuál es el problema de estar todo el día teniendo sexo?” Estas son algunas de los pensamientos que están en la cabeza de gran parte de la población cuando hablamos de este tipo de cuestiones. Evidentemente es por puro desconocimiento de lo que realmente implica tener una Hipersexualidad o Sexo compulsivo.

Te has planteado alguna vez cuanto sexo o cuantas relaciones sexuales se deben de tener a la semana para considerarse como algo normal y natural. No hay un número tope ni fijo que indique que estamos llegando al máximo y que a partir de ahí empezamos a tener problemas. Cada persona es un mundo y cada pareja dependerá de cómo sea su vida y la importancia que le den a las relaciones sexuales para encontrar lo que a ellos le viene bien.

Hay determinados síntomas o claves que nos pueden dar pistas de que algo anda mal en nuestra sexualidad. El primero al que hago referencia es a la existencia de un deseo inmenso, intenso, incómodo que necesita ser satisfecho de manera urgente. Es incontrolable para la persona que lo vive, a ellos les da la sensación de que tienen una corriente interna que los arrastra y que es más poderosa que ellos.

Como segundo aspecto y muy relacionado con el anterior, son personas que no son capaces de medir los riesgos que conlleva solventar de manera urgente el deseo sexual. Aumentando de manera exponencial el consumo de “sexo de pago” y el nivel de material pornográfico.

A nivel emocional, y como tercer punto,  viven un intenso sentimiento de culpa por no ser capaces de frenar lo que están sintiendo a nivel interno y después por las consecuencias que les acarrea esa urgencia. Añadiendo como dificultad que la vorágine en la que están poco a poco va deteriorando su entorno laboral, social, académico y familiar. Su vida se vuelve un caos. Todo gira en torno al deseo irrefrenable de “consumir sexo”.

En último lugar, las personas que tienen estos impulsos intentan por todos los medios controlarlo pero es infructuoso, lo que les lleva a tener pensamientos intrusivos, formas de solución un poco fantasiosas y una dificultad muy grande para pedir ayuda. La vergüenza es uno de los sentimientos, junto con el de culpa, más presente en el día a día de un adicto al sexo.

Con todo esto no queremos asustar a la gente, simplemente nos gustaría aportar un poco de luz a un tema complicado y hacer visible que pidiendo ayuda todo y con tiempo se puede volver a tener una vida dónde el deseo  y el placer sexual sean vividos con naturalidad.

-Ruth Fernández-

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