… Continuación

Hoy en el trabajo el día había sido complicado. Necesitaba levantar ese ánimo. Lo único que me devolvía la sonrisa era recordar a Sandro con sus ojos como el cielo y su bella mirada. La experiencia con él y su compañero fue más que “El país de las maravillas” de Alicia.

¿Y si me escapo esta tarde y tengo una noche de ensueño? Necesito poner algo de alegría en mi cuerpo y los placeres aportados por Sandro y su compañero hicieron estragos en mí la anterior vez que fui. Creo que es la mejor opción para acabar bien el día.

En cuanto salí por la puerta de la oficina cogí y me fui con Johny y lo conduje hasta el hotel de los deseos. ¡Cómo se notaba en el ambiente que era un día de entre diario! Cuando llegué el parking estaba casi vacío, igual que la entrada y el bar. Tenía todo para mí sola.

De antemano no había pensado qué servicios contratar. Lo que sí tenía claro era que necesitaba algo que me arropase y que me levantase el ánimo. Me encaminé al bar masculino. Allí hermosos cuerpos viriles estaban todos a mi disposición.

En cuanto crucé la puerta, un corpulento galán de melena dorada hizo gala de sus encantos y se encaminó a mí.

– Por favor, señorita. Siéntese donde quiera. ¿Qué desea tomar? – Me preguntó amablemente.

– No sé. Algo de alta graduación. Hoy ha sido un día muy duro. ¿Te puedo invitar a beber conmigo?

– Claro, lo que usted desee. Aquí estamos, a su servicio.

– Pues tráete una botella de champagne. Vamos a brindar por nosotros. – Contesté a la vez que me disponía a sentarme en una mesa.

Mientras esperaba a que mi apuesto galán de esta noche volviese con la bebida, tomé la carta de servicios para hacer mi elección. No había pensado nada de antemano. Pero lo que sí tenía claro es que hoy necesitaba endulzar mi día un poco con mimos y carantoñas. Me lo había merecido.

– ¿Ha elegido la señorita? – preguntó mi apuesto cowboy. Hoy la temática era de películas del oeste.

– Sí. Me gustaría probar con “El oso amoroso” – le contesté a la vez que le indicaba en la carta.

– ¿Tiene alguna preferencia? ¿Sabe qué hombre desea que esta noche haga de su ser dulzura y placer?

– ¿Podrías ser tú? Esos ojos tiernos y amorosos que dicen “cómeme” me han llamado la atención.

– Gracias – contestó a la vez que se ruborizaba tras mis palabras. – Claro que sí señorita. Sus deseos son órdenes para mí. Déjeme que avise y vuelvo para ser suyo esta noche.

No habían pasado ni cinco minutos, cuando mi apuesto gigoló volvió y tomó asiento junto a mí.

– Ya estoy aquí. Soy todo suyo. Cuando usted lo desee, nos retiramos a sus aposentos.

– Toma un poco de champagne – le contesté mientras le ofrecía a beber de la copa que trajo antes para él.

– Muchas gracias señorita.

– Hoy ha sido un día lleno de calamidades y problemas en el trabajo. Necesito algo de paz y tranquilidad que levante mi ánimo.

– Si es así, ha elegido el servicio ideal. No se preocupe. Deje todo en mis manos.

Después de terminar nuestra botella, nos encaminamos a la habitación. Allí, los placeres hicieron acto de presencia en cuanto cruzamos el umbral de la puerta. Un camino de velas iluminadas con aroma a rosas iluminaba el ambiente.

– Por favor señorita, pase. Túmbese aquí. No se preocupe de nada. Déjese disfrutar de los grandes placeres.

Nada más recostarme, un gran oso amoroso comenzó a acariciar mis mejillas y mi cuello. Sus caricias eran dulces y suaves.  Poco a poco, sus manos fueron cubriendo más superficie. Descendieron y se metieron bajo mi jersey para despojarme de él y hacer las delicias de mi espalda. El contacto de piel con piel despertó mi calor interior. Necesitaba más y así le hice saber. Me retocé pidiendo más.

Cual Aladino, desabrochó lentamente mi pantalón y metió su mano con sutileza. Al comprobar mi febril estado interior, deslizó suavemente sus dedos en mi entrepierna y se dispuso a bailar con ellos al compás de una música imperceptible para mí. ¡Ahh! Ese son y ese movimiento delicado y sutil hicieron que llegase al culmen y me retorciese sobre mí misma a la vez que un gemido de placer salió de mi garganta.

Tras tanto goce y deleite en un éxtasis permanente, mi cuerpo ardía. Toda prenda de ropa me estorbaba. Hice un ademán de quitármela y mi galán rápidamente hizo los honores de desvestirme por completo.

Mi calor interior fue creciendo más y más gracias a las dulces manos que recorrían todo mi ser la vez que lo ungía con un aceite. Parecía de jazmín. ¡Qué olor más grato!

Ahora toda yo necesitaba más y más. Pedía internamente ser penetrada y saciada en condiciones. Alargué mi mano en busca de su miembro viril. Rápidamente lo encontré. Ahí estaba, erecto, preparado y dispuesto todo para mí.

Él entendió perfectamente mis intenciones e instantes después nos fundimos en uno danzando un baile al unísono. Formábamos un Todo. Esto hizo los estragos de todo mi ser. Si antes, del placer producido por su mano me había hecho gemir, ahora me encontraba inmersa en un continuo vaivén de placer. Mi éxtasis era todo uno, perenne. No podía más y tras salir de mí caí en un profundo sueño.

-Sara Estébanez-

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