Mis amigas y yo solemos salir una vez al mes todas juntas a cenar y después a tomar una copa. Normalmente vamos a sitios tranquilos dónde posamos hablar y estar juntas. Pero ese día fue diferente. No recuerdo muy bien que paso. La cuestión es que nos decantamos por ir a bailar. ¡Hacía siglos que no íbamos a una discoteca!

La juerga era tal que la noche se estaba prolongando  entre copa y copa, un baile por aquí otro por allá. Hasta que alguna de mis amigas empezó a decir que se iba para casa, que ya no podía más con su cuerpo. Ni con los pies. Ya no sabíamos qué hacer con los tacones.

Cada cual recogió su abrigo y nos encaminamos a la caza y captura de un taxi para volver a casa. Necesitábamos uno para cada una, salvo una de mis amigas y yo que nos íbamos juntas, vivíamos bastante cerca.

Cuando me subí con mi amiga al taxi nos dimos cuenta de que era una mujer. Empezamos a hablar con ella. Nos pareció muy simpática. Cuando llegamos a casa de mi amiga, antes de bajarse me susurró al oído “a esta le gustas”. Mi cara fue de asombro y le dije que se dejara de tonterías.

Una vez que se bajó, la taxista y yo seguimos dirección a mi casa. Me dijo que conocía un bar de copas dónde aún nos pondrían una, que si me apetecía tomar la última. Le dije que sí. ¿Por qué no? Aún tenía aguante para un rato más de fiesta.

Era un local como otro cualquier. Parecía que la conocían porque todo el mundo la saludaba con efusividad. Nos dirigimos al fondo del bar y empezamos a hablar. Cómo la música estaba tan alta teníamos que hacerlo muy cerca la una de la otra. En ese momento me di cuenta de cómo su mano me estaba acariciando el culo. Entre sorpresa y placer, me deje. Acercó su boca aún más a mi oído y empezó a bajar por mi cuello. Seguí el juego recordando las palabras de mi amiga al bajarse del taxi “a esta le gustas”. Resonaban una y otra vez en mi cabeza. Pero también estaba cada vez más excitaba.

Opté por seguir tratando de olvidarme de lo que me había dicho mi amiga. Unos instantes después las palabras ya no estaban en mi cabeza. A partir de ahí solo recuerdo sus labios mordiendo los míos y su lengua dentro de mi boca. Y mi sexo cada vez más excitado.

La noche no pasó de ahí. De unos besos en un bar. Quizás la próxima vez que coja un taxi, si es ella, el destino sea otro.

-Ruth Fernández-

Desde Caricias y Besos nos gustaría acompañarte en ese camino de autoconocimiento y crecimiento personal dotándote de todos los recursos necesarios para que puedas alcanzar una vida plena y feliz. Y de este modo la puedas llenar de pasión.

Si deseas encontrar pareja, aumentar la pasión con ella y mejorar tus relaciones, date de alta en nuestra web. De este modo recibirás información de relevancia para ti y tu pareja con artículos y ofertas exclusivos sólo para vosotros.