Hoy le tocaba a mi chico dar una conferencia. Pero lo que él no sabía es que hoy iba a ser diferente a todas las que había dado hasta el momento.

En nuestra organización de los dos juntos todo estaba preparado. Yo estaría en la garita del sonido como todos los días. Estaría controlando el proyector, el micrófono, los altavoces… En definitiva, todo lo relativo a la parte técnica de la presentación. Pero lo que él no sabía era que yo estaría en otro lugar. Le pedí a un compañero del trabajo que me sustituyera e hiciera él todo lo que habitualmente hacía yo. ¿Dónde estaría yo? ¡Ahhh! Escondida. Escondida debajo del estrado donde él apoyaría sus notas con sus esquemas hechos.

Él no sabía nada, pero ahí estaría. Había un enorme hueco bajo el estrado y, además, tenía una pequeña cortina tapando todo ese hueco. Y ahí que me fui yo. En cuanto me despedí de él deseándole toda la suerte del mundo, yo me encaminé rápidamente hacia mi nuevo escondite.

Todavía quedaba un buen rato para que comenzara la conferencia. Todo lo técnico ya lo había dejado todo preparado con mi compañero. Sólo le quedaba a mi pareja darse los últimos retoques, tomarse su tila de siempre y esperar a que la gente entrase y tomase sus asientos. En menos de veinte minutos harían su presentación y empezaría su conferencia.

En cuanto le hicieron los honores y le colmaron de aplausos se dispuso hacia su estrado. Ahí estaba yo, debajo, tapada, escondida tras esa cortinilla corredera. En cuanto comenzó a hablar, yo sigilosamente me dispuse a llevar a cabo mi fechoría. Descorrí la cortina lentamente para que él no oyese nada. Cuando ya estaba totalmente abierta me acerqué un poquito hacia él, levanté mis manos para así bajarle la cremallera y poder acceder a sus partes nobles.

Bfff… Teníais que haber visto el respingo que dio cuando se percató de mi presencia y de lo que acababa de hacer. Pegó un pequeño saltito hacia detrás, bajó la mirada y ahí estaba yo, de rodillas y dispuesta a excitarle todo lo que pudiese.

Él continuó hablando como si no pasase nada. Pero qué va, le resultaba imposible. Mis caricias con las manos atravesando la pernera de su pantalón y accediendo por la abertura del slip a todo Su Ser le desconcertaba. No daba una a derechas. Tartamudeaba, resoplaba, suspiraba. Todo en sí era un guirigay de gestos e interlocuciones. No podía concentrarse. Claro, por un lado estaba ahí, delante de un montón de público contando todos sus hallazgos y su proyecto, pero por otro yo estaba ahí abajo magreando toda su parte baja.

Cuanto más intentaba zafarse de mis manos, con más insistencia y más fuerza las cerraba para así contraer más aún su Ser. Y claro, tuvo que darse por vencido y rendirse a mis órdenes. Las caricias manuales ahí siguieron, pero ya era hora de pasar a una acción más profunda. Acerqué mi cabeza, saqué mi lengua de serpiente y me dispuse a darles pequeños relamidos como los que se le da a un helado que estás probando por primera vez. Una vez conocido el terreno, me dispuse a frotarle con un poco más de insistencia y de fuerza. Y claro, la cosa no podía quedar ahí. Metí su miembro en mi boca. Al principio le estuve dando pequeños mordisquitos para después pasar a introducirlo en mi paladar. Primero lentamente, pero poco a poco, según iba transcurriendo el tiempo y su excitación iba a más, la velocidad fue aumentando hasta que llegó a la excitación total y se corrió en mi boca.

-Sara Estébanez-

A partir de ahora desde Caricias y Besos S.L. estamos colaborando con la plataforma PsiChat. Desde ella podréis contactar con nosotras a través de chat. En él  responderemos gustosamente y de forma gratuita a vuestras dudas. Podréis preguntarnos todo aquello que deseéis saber y/u os inquiete en todo lo relativo a vuestra relación de pareja. Para ello sólo tenéis que descargaros la APP “PsiCaht” y dar al código de “Pareja”. Ahí estaremos nosotras para responder a todas vuestras preguntas.