A veces, en la pareja echamos en falta cosas que nos agradan y nos apetece hacer. Pero nos sentimos cohibidos a la hora de decírselo por miedo a su respuesta. Encontramos miles de “inconvenientes” por los que no planteárselo: que no le apetezca, que sea algo que no le agrada… Los motivos son infinitos. Esto hace que muchas veces nos callemos y no le digamos nada. ¿Te suena esto de algo?
Claro, que ese cohibimiento en el que nos vemos enfrascados, también tiene sus consecuencias. Ese sentimiento de “no poder hacer lo que a mí me gusta” genera desánimo, desilusión, incluso rencor. ¿Por qué rencor? Porque esperamos que el otro también se retraiga de hacer cosas que, de antemano, sabe que a nosotros no nos ilusiona hacer. Y ahí surgen las discusiones y los malos entendidos.
¿Por qué sucede esto? El origen está en que hablamos desde nosotros y nuestras necesidades. Es en lo que nos han educado. Sí, nos dicen que tenemos que pensar en los demás. Pero el problema es que en realidad no nos han enseñado cómo hacerlo. Está muy bien decirlo, pero ¿te han explicado cómo hacerlo? A la mayoría de nosotros no.
Estamos habituados en pensar en lo que queremos nosotros, lo que nos apetece hacer, lo que nos gustaría tener… Pero no somos capaces de ver qué es lo que desea el otro. A lo mejor sí lo vemos, pero como no nos interesa, no le damos atención y lo pasamos por alto. O sí le haces caso, y llegas a hacer lo que a tu pareja le apetece. Pero internamente estás refunfuñando porque tú realmente no deseas hacer lo que estáis haciendo y/o estar donde estáis.
Entonces, ¿por qué no buscar el beneficio mutuo en aquello que hacéis?
Pongamos un ejemplo.
Por un lado tu pareja se queja de que practicáis poco sexo. Por otro lado estás tú que tienes tus propias fantasías sexuales o, simplemente, que te gusta arreglarte y sentirte guapo/a porque sólo sintiéndote sexi con tu nuevo corte de pelo y tu peinado, te excitas.
Ahí cada uno piensa en que él/ella desea. Lo que le interesa al otro le importa tres pepinos. ¿Consecuencia? El conflicto está servido.
Tu pareja se enfurruña. Su mente está en: “No practicamos sexo y encima tú sólo piensas en irte a la peluquería y gastar dinero”. Luego, tú también tienes tus quejas. “Él/ella sólo piensa en sexo, me aburro en la cama, me es difícil excitarme, se mosquea cuando voy a la peluquería…”
Ahí estáis, cada uno con vuestro discurso y sin llegar a un fin común. Ahí está la clave. En llevar vuestras peticiones y deseos a un fin común. La de tu pareja de practicar más sexo y la tuya de ir a la peluquería.
¿Cómo?
Plantear la situación empezando desde lo que desea el otro. Y usar su petición como medio de intercambio para conseguir lo que nosotros deseamos. Aquí los dos deberéis comprometeros a cumplir aquello en lo que os comprometáis. Tú también
Veamos esta nueva forma de plantear las cosas siguiendo con el ejemplo anterior.
Pongamos que le dices a tu pareja lo siguiente:
— A ti te gusta practicar sexo los fines de semana. A mí me excita mucho ponerme guapo/a para ti. ¿Por qué no voy a la peluquería este viernes y me pongo esa ropa interior que tanto me gusta ponerme? Así, teneos la diversión garantizada.
¿Cómo crees que respondería tu pareja? ¿Refunfuñaría porque quisieses ir a la peluquería?
Estoy segura de que no.
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-Sara Estébanez-
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