Si buscas la palabra “Procrastinación”, encontrarás que la definen como la acción o el hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables. Esto que suena tan rimbombante y a lo que estamos más o menos acostumbrados, es algo que no nos beneficia para nada.

Al dilatar en el tiempo nuestros compromisos, estamos diciendo a esa persona, situación o cosa, que no es importante para nosotros. Le estamos restando valor, no a lo que hacemos, sino a quien recibe las consecuencias de lo que hacemos, tanto si es otra persona, como si somos nosotros mismos. Sobre todo a nosotros mismos.

El problema, es que después nos llevamos los chascos y no sabemos del porqué de los mismos. Encima, nos sorprendemos de ello y nos llevamos las manos a la cabeza. Aquí ya lo hemos dicho más de una vez, uno recibe lo que da. Por lo que si te retrasas en hacer ese informe, en escribir ese correo o en llamar a esa persona que tanto quieres, luego no te asustes. Las consecuencias pueden ser contrarias a tus propios deseos. No porque tu jefe te despida o porque tu amiga deje de hablarte, cosas ambas dos que pueden acontecer; sino por lo que el universo depare para ti. A lo mejor no te vas de patitas a la calle y tu amiga sigue contigo para siempre, pero ese sueño que tanto anhelas puede que no venga, o ese proyecto que tienes con tanta ilusión, se retrase más de lo normal y no llegue nunca.

Del mismo modo que tú le dices al Universo que a lo que te comprometes no es importante, te estás diciendo a ti mismo/a que tus sueños tampoco son importantes. Es algo que estás grabando en tu subconsciente a fuego. ¿Consecuencias? Seguir viviendo una vida plana donde tus sueños no se cumplan.

Pero, tranquilo/a, demos la vuelta a todo esto y veamos cómo solucionarlo.

Nuestro primer error es creer que tenemos todo el tiempo del mundo para hacer las cosas. ¿Y si no fuese así? ¿Y si sólo nos quedase un espacio de tiempo muy corto de vida? ¿Seguirías dejando de llamar a esa amiga que tanto aprecias? ¿Dejarías para otro día el cumplir con tu sueño de conseguir ese trabajo que tanto anhelas? Estoy segura de que NO.

Habitualmente lo que solemos hacer es pensar que este no es el momento más adecuado para hacerlo, que ha lo haremos más tarde. Ahí es donde empieza todo. Postergamos el hacer aquello a lo que nos hemos comprometido. Buscamos otra actividad más importante, más interesante o con la que disfrutamos más y dejamos de lado aquel asunto que teníamos pendiente en nuestra agenda pensando un “Ya lo haré más tarde”. Consecuencia, no lo hacemos.

Acto seguido, el sentimiento de culpa aflora. Nos empezamos a sentir mal por no haber cumplido con nuestra palabra, por no haber terminado ese trabajo a tiempo o por hoy tampoco haber hablado con nuestra amiga.

Esto hace que nuestra vibración baje, que nos sintamos cada vez peor y que nos castiguemos por ello.

Una vez llegado a este punto, la cosa ya se pone seria y lo que antes era una cosa opcional, ahora pasa a ser una obligación. Y te dices aquello de “Tengo que…”. En esos puntos suspensivos pon aquello que has dejado de hacer y postergado. Cada cual sabe qué asunto es el que ha dejado de lado tanto como para pasar a ser un fustigamiento para sí mismo.

El problema es que cuando ya ha pasado a ser algo impositivo que tenemos que hacer sí o sí, ya no es algo divertido. Ya lo no hacemos por placer, sino por imposición. Aquello que tanto nos interesaba, gustaba o agradaba, pasa a ser algo por lo que hemos perdido todo el interés del mundo y nuestra motivación ha volado. Pero internamente, sabemos que tenemos que hacerlo aunque no nos apetezca, lo que requiere un esfuerzo ímprobo por nuestra parte y nos resulta más tedioso de lo que en verdad es.

Por último, este gran esfuerzo que nos supone hacer aquello que teníamos que hacer, como nos supone un gran esfuerzo, volvemos a postergarlo. Y así entramos en un círculo vicioso de postergación en el que no hacemos aquello que debemos hacer, bajamos nuestra vibración por el sentimiento de culpa, pasamos a sentirnos obligado a ello, no nos apetece y postergamos.

¿Qué hacer para salirnos de él?

Lo primero y fundamental es comprometernos sólo a hacer aquello que realmente nos apetece hacer. Claro, que ya te estoy oyendo diciendo que hay cosas que hay que hacer por obligación. ¿Y si no fuese así? ¿Te has permitido preguntarte si realmente se importante hacer aquello que te propones hacer? ¿Qué consecuencias tendría no hacerlo?

Esto nos lleva a la siguiente clave. Antes de comprometerte a hacer nada, párate dos minutos a analizar qué beneficios te aporta y qué desventajas tiene aquello que vas a hacer. Mira los pros y los contras. Y no sólo para ti, también para los de tu alrededor. ¿Qué consecuencias tiene para tu pareja? ¿Y para tus hijos?

Si las consecuencias de no hacerlo son tan nefastas o el hacerlo te reporta más beneficios que pérdidas, entonces habrás de tomar el firme propósito de hacerlo. Si no, ya sabes, decir que no en el momento adecuado puede ser una gran victoria para ti.

De aquí sacaríamos la siguiente clave. Si realmente es imprescindible hacer aquello que estás demorando, cuanto antes lo hagas mejor. Así te lo quitas de encima. ¿Que te resulta complicado? Ponle un día y una hora para hacerlo. Resérvate un espacio para ello y no dejes que nada te impida terminar con ese tema. Esto te ayudará a quitarte un lastre de encima, te sentirás mejor y tu vibración y tu autoestima crecerán.

En definitiva, comprométete a menos y sé fiel a ti mismo/a.

¿Qué haces tú para salir de él?

-Sara Estébanez-

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