Casarse o no casarse, ¡esa es la cuestión!
Un dilema bastante común en las relaciones afectivas. Independientemente del rito o formato para la unión, en algún momento se presenta ese dilema.
La gran mayoría de las veces no existe problema con el dilema, tan solo se trata de negociar el rito o formato y se acabó.
El problema surge cuando uno de los dos miembros tiene claro que no quiere casarse, lo ha avisado desde el principio y el otro/a ha estado esperando a que cambiara de opinión. Claro, la pregunta también se puede hacer al revés, ¿por qué el que quiere casarse no abandona la idea? Aquí empieza el lío.
Cuando dos personas tienen clara su postura y están a la espera de que el otro/a cambie, pueden pasarse la vida así y no llegar a ningún sitio concreto. La relación sigue funcionando pero el tema del casamiento se convierte en tabú. Y de una forma inconsciente afecta a los lazos que tenemos con el otro/a.
Es importante que desde el principio este tema este sobre la mesa y ambas partes tengan claro tanto su posición como la del otro/a. En función de eso se puede establecer una relación sana asumiendo que es un tema que no se puede convertir en objetivo vital si la ambas posiciones son contrarias.
Las expectativas de que el otro/a cambie de opinión se han abandonar.
Y si para alguno de los dos es fundamental su posición, sobre todo para el que se quiere casar, tendrá que plantearse que con la persona que está no puede ser posible.
Hay una opción intermedia, hacerse pareja de hecho. Pero no vale para todo el mundo.
-Ruth Fernández-