Ya lo decía mi abuela materna “cuando la familia come y cena juntos permite conocer a cada uno de sus miembros”.
Una visionaria que era ella. Además de una mujer sabia.
Es cierto que cuando mi madre y mis tíos eran pequeños no existía la tele, pero siempre procuró que comieran todos juntos. Daba igual los quehaceres de cada cual, si se comía a las 2:00, a esa hora estaba todo el mundo en casa sentados alrededor de la mesa.
Las horas de las comidas y con pequeñas sobremesas se puede conocer a cada uno de los miembros que forman esa familia. Se habla, se discute, se ríe, se comenta todo lo que nos ha ido pasando.
Son momentos de “oro” para conocer y estar con el otro/a. Para fomentar el vínculo entre los miembros, para estrechar relaciones con aquellos/as con los que compartimos menos cosas/ideas.
Se entrena la comunicación, la empatía, las habilidades sociales. Es un lugar de compañía, de encuentro y de reencuentro.
En la gran mayoría de las ramas que han salido de la abuela seguimos con la misma costumbre. Hay otros/as que han preferido no seguir, han incorporado la tele, el móvil, y han dejado de sentarse juntos/as. Es cierto que ellos/as ya no se conocen.
Cada cual debe de decidir qué prefiere, son lícitas ambas opciones, juntarse o no juntarse. Cada cual pone el acento dónde desea.
Yo sigo prefiriendo las comidas juntos, sin móvil y sin tele. Todo lo que me reporta a nivel emocional es infinito.
-Ruth Fernández-