Estaba aburrida en casa. Aún quedaba tiempo para salir a tomar algo con mis amigos. Por mi cabeza rondaban ideas picantes y provocadoras. Me encanta jugar. De repente uno de mis juegos favoritos apareció en mi mente. Sonreí para mí. Y me dije ¿por qué no?
Decidí que me arreglaba antes de tiempo y me iba a dar un paseo antes de quedar.
Para ello elegí mi vestido rojo, ni muy ceñido ni muy holgado. Corto, a mitad de pierna, con los hombros al aire. Elegí unas sandalias de tacón de color plateado.
Poco maquillaje, tan solo un poco de colorete, rímel en los ojos y por supuesto los labios, del rojo más brillante.
Encaminé mis pasos a la calle. Pasé por una tienda de golosinas y compré un chupa chups. Lo abrí y poco a poco lo introduje en mi boca. Despacito, suavemente. Chupando y saboreando mi caramelo. Al mismo tiempo sonreía. Ya empezaban a surgir las primeras miradas asombradas e indiscretas.
Comencé mi paseo con toda la tranquilidad del mundo. Acompañada de mi caramelo y saboreándolo como si fuera el mayor de los manjares. Lo introducía en mi boca, le daba vueltas dentro de ella.
Después lo sacaba y pasaba mi lengua por todo el chupa chups. La gente se me quedaba mirando, como casi siempre. Algunos con cara de disgusto, otros relamiéndose imaginando que es su pene el que está entre mis labios.
Estaba siendo igual de divertido cómo siempre. Me subí al metro para ir yendo hacia dónde había quedado.
Mientras esperaba en la estación a que viniera mi tren, me di cuenta que del otro lado había un chico observándome fijamente. Sonreí. Le estaba gustando mi espectáculo. Redoble los esfuerzos para disfrutar más de mi caramelo y hacer al mismo tiempo que el otro se excitara.
Acompañé mis gestos con miradas pícaras y sonrisas divertidas. El miraba con atención. Su mirada estaba fija en mi boca. No se movió ni un instante de allí. Perdió su tren.
Cuando vino el mío me subí. Le dejé allí solo con la imaginación puesta en mi boca y mi caramelo.
-Ruth Fernández-
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