Ya estábamos en agosto y no había tenido mi un solo momento para mí sola. El trabajo me tenía absorta mañana, día y noche. Ya estaba que no podía más y me cogí unos días de descanso. Me los tenía bien merecidos.

Reservé habitación en un hotel pegado a la playa. Era un hotel sólo para adultos. Así no tendría gritos de niños por ahí corriendo. Necesitaba silencio para poder descansar tanto mentalmente, como físicamente.

Nada más llegar al hotel, dejé todos los bártulos en la habitación, me puse el bikini y me marché a la playa dispuesta a coger una tumbona y hacer de mi descanso un deleite. Examiné la sección de playa que correspondía al complejo del hotel. Había una parte libre donde todas las tumbonas estaban a mi disposición. Cogí una que estaba pegada a la orilla de la playa. Estaba sola. El mar y yo éramos los únicos protagonistas. Solos él y yo. Su tranquilo oleaje hipnotizaba con sólo mirarlo. El sonido de su vaivén era lo único que percibían mis oídos.

El ambiente prometía. Así, reponer las pilas iba a ser maravilloso.

Después de un rato, mi cuerpo ya se encontraba con más energía. Escuchar la tranquilidad del mar en una tumbona bajo el sol fue la clave.

Mi cuerpo estaba un poco acalorado con lo que me di en delicioso baño para refrescarme. Ya, con un poco más de fuerzas, me dispuse a ir al bar para refrigerarme por dentro.

Allí un apuesto camarero esperaba a mi llegada. No era el típico hombre macizo de gimnasio. Era bajito, con unas pocas carnes de más. Pero su mirada y su rosto sonriente hacían de él un ser encantador.

Y así era en verdad. Su cordialidad a la hora del trato, de prepararme la bebida y el aperitivo me hizo sentir reconfortada, con más fuerzas si aún cabe.

Estuvimos hablando durante largo tiempo hasta que apareció una pareja que rompió ese mágico momento entre los dos.

Estaba tan encantada y tan maravillada con él, que no pude resistirme a darle mi número de habitación para que me hiciese una visita. Me había comentado que en una hora terminaba su turno. Con lo que la espera iba a ser corta. Pero sí me daba tiempo a ducharme, asearme y vestirme de forma más seductora. Y claro, mi indumentaria no le dejó indiferente.

Al verme con aquel camisón corto de seda y sus braguitas a juego, su cuerpo reaccionó. No pudo ocultarlo. Su ser estaba ahí, todo erecto y dispuesto para mí.

Gocé de él, de su compañía, de su ser. En definitiva, de él al completo.

Menudo comienzo de vacaciones. La estancia estos días en el hotel prometía.

-Sara Estébanez-

A partir de ahora desde Caricias y Besos S.L. estamos colaborando con la plataforma PsiChat. Desde ella podréis contactar con nosotras a través de chat. En él  responderemos gustosamente y de forma gratuita a vuestras dudas. Podréis preguntarnos todo aquello que deseéis saber y/u os inquiete en todo lo relativo a vuestra relación de pareja. Para ello sólo tenéis que descargaros la APP “PsiCaht” y dar al código de “Pareja”. Ahí estaremos nosotras para responder a todas vuestras preguntas.

Os esperamos.