Antes de nada quiero que os fijéis en el título que le he dado al artículo de esta semana. ¿Cuántas veces habéis oído esta frase? ¿Cuántas veces la habéis dicho? Probablemente en muchas ocasiones haya salido de vuestra boca o haya llegado a vuestros oídos este comentario. Es bastante común entre las personas. Todo ello parte de la base de que mi pareja sabe de antemano, y sin que yo se lo diga, lo que quiero, lo que estoy pensando o cómo me siento. Además, ésto debe hacerlo con tan solo por la premisa de que Me Quiere. Y este Amor que me tiene debe ser suficiente para conocerme al máximo.
Sé que es una creencia bastante arraigada dentro de la sociedad. Nos han contado muchas veces que la persona que nos quiere debe de saber, adivinar y/o anticipar nuestros deseos con una sola mirada y sin que articulemos palabra alguna. Sin embargo, ésto es bastante complicado, por no decir que resulta imposible.
Es probable que alguien que esté leyendo ésto me pueda decir “Yo sí que conozco a mi marido. No tengo más que mirarle para saber lo que está pensando”. Reconozco que en parejas que llevan mucho tiempo juntos, han tenido y tienen una buena base de comunicación entre ambos, llegado el momento puedan intuir si a su compañero/a le está pasando algo. Pero de ahí a saber exactamente qué es, hay un trecho muy grande. Y sobre todo si tenemos como única base de conocimiento el Amor que nos tenemos.
Muchas veces es complicado darse cuenta de la cantidad de ideas y/o creencias que están presentes en nuestro día a día. Están tan arraigas en nuestra mente, que con el paso de los años las hemos tomado por verdaderas. Pero realmente, muchas de ellas, por no decir casi todas, no lo son. Por este motivo, tomar conciencia de todas ellas nos puede llevar toda una vida. Pero eso no es todo. Casi todas ellas están condicionando nuestro modo de vivir. Nos hemos acostumbrado tanto a ellas, que no somos conscientes de que están ahí actuando y decidiendo por nosotros. La clave está en romper con estos pensamientos. Pero ésto nos obliga a salir de nuestra zona de confort, cambiar de hábitos y, por encima de todo, modificar la forma de comunicarnos y relacionarnos con nuestros seres queridos.
En el caso de esta creencia que hemos traído hoy a la palestra, deberíamos diferenciar entre lo que es sentimiento y lo que es un pensamiento. El Amor es el motor del mundo. Es la energía más poderosa que podemos tener y la que nos ayuda a sacar todo nuestro potencial hacia fuera. Nos hace crecer, ser más amables, mejores trabajadores y mejores personas. Puede ayudarnos a darnos cuenta de que al ser que amamos le ocurre algo y necesita de nuestra ayuda. Pero en ningún caso nos dota de la capacidad de Adivinar lo que ocurre dentro de su mente. Ni a saber a ciencia exacta qué es lo que quiere. Ni mucho menos hemos de esperar del otro que por el sólo hecho de ser mi amarme sea conocedor de cuáles son mis problemas o mis gustos.
Hemos de ser nosotros quienes, abiertamente y con toda la confianza del mundo, expresemos nuestra forma de pensar, nuestros deseos más profundos, lo que anhelamos, lo que nos gusta y lo que no. No vale sentarse a esperar y, con la base de que cómo mi pareja me quiere, dar por sentado que va a ser conocedor de lo que me sucede. Vamos a intentar salir de este juego dañino que tanto perjudica a las relaciones de pareja y hace que sean insanas. Seamos sinceros y “arriesguémonos” a mejorar la comunicación con la pareja. Perdamos el miedo al error. Equivocarse es de humanos. Es nuestra forma de aprender. Cuando uno trata de hacer las cosas de una manera diferente ha de probar formas nuevas de obrar. Y si la acción que has llevado acabo no te ha llevado a tu objetivo, no pasa nada. Vuelve a buscar algo diferente que te acerque a tu meta de tener una relación de pareja sólida. De esta forma iréis creando un robusto pilar dentro de vuestra relación. Éste, con el paso de los años, os ayudará a superar cualquier bache por el que podáis pasar.
-Ruth Fernández-
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