Hay un dicho que lo explica todo, ”cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre”. Y en realidad, así es. Todos llegamos a la pareja con nuestras propias experiencias de vida previas y con las enseñanzas que nuestros progenitores nos dieron. Todo lo que hemos vivido en nuestra infancia y juventud va a condicionar nuestra forma de ser cuando seamos adultos. Todo esto, en la pareja, se va a notar aún más. Si analizamos y comparamos a dos personas, podemos ver perfectamente cómo las creencias y los comportamientos de cada uno vienen pre establecidos y cómo éstos influyen dentro de la relación. Éstos ya nos vienen dados. Luego está en nosotros el aunar ambos puntos de vista y hacernos uno con el otro dentro de la relación.
El problema surge, sobre todo, cuando las diferencias culturales son muy pronunciadas. Sobre todo en el caso de las creencias religiosas. Ahí las discrepancias pueden llegar a ser muy grandes y generar conflictos en la pareja. ¿Qué hacer en estos casos?
Lo primero es establecer un acuerdo de respeto mutuo desde el principio, si no, llegará el momento en el que uno quiera prevalecer sobre el otro y la diferencia se haga cada vez más grande llegando, muchas veces, a la ruptura. Si dentro de cualquier tipo de relación humana, el respeto es algo fundamental, en estos casos, dentro de la pareja, lo es más.
Una vez establecida la base de que ninguno de los dos está por encima del otro, ahí ya podréis ir al siguiente paso, ver lo que os une. Ahí sacaréis a la luz los aspectos que tenéis en común. La clave está en ver qué es lo que ambos dos compartís y desde ahí establecer un fuerte punto de unión entre vosotros.
Si lo analizamos a nivel histórico podemos comprobar que el centrarnos en la diferencia nos ha llevado a la separación, no a la unión. Por lo que si dentro de la pareja prestamos más atención a las desigualdades que tenemos con ella, el llegar a un consenso se me antoja harto complicado. Sin embargo, si nos centramos en las cosas que tenemos en común, podremos establecer un vínculo más potente. Por eso os invito a que los dos juntos tratéis de encontrar qué es lo que os une y qué cosas disfrutáis haciendo juntos. Una vez hecho esto, vuestra relación se verá fortalecida. Pero ni que decir tiene que la teoría sola no vale, por lo que será muy recomendable que desarrolléis un plan de acción. Que compartáis esas inquietudes y actividades que os unen. No sólo el día a día de la compra, los niños o la casa. Toda pareja debe tener, por lo menos, un punto de unión donde sus inquietudes, diversiones u ocio sean comunes. Esto es algo que fortalece toda unión.
Otro punto de discrepancia dentro de una relación de pareja son las diferencias económicas dentro de la misma. Muchas veces, uno de los miembros aporta más dinero a la relación que el otro, ya sea por trabajo o por herencia de la familia de procedencia… Da lo mismo. Esto es algo normal. Estarás conmigo que es rarísimo que los dos tengan el mismo dinero en sus cuentas bancarias antes de decidir formalizar su relación y que sus ingresos mensuales sean exactamente iguales. ¿Verdad?
La cuestión es qué hacemos con esta diferencia, si la usamos para tener sometida a la otra persona e infravalorarla, o no. Si quien gana más dinero usa esta diferencia en pos de su propio beneficio, la relación se verá afectada negativamente y lo más probable es que ésta se rompa. Con esto no quiero decir que quien aporta más ingresos haya de ser el que dé de todo y la otra persona se comporte como un “vampiro” absorbiendo el dinero y la energía del otro. Para nada.
Lo ideal es que en una pareja los dos den por igual. Eso sí, no tienen por qué aportar lo mismo. Es decir, uno puede contribuir económicamente mientras que el otro lo hace cuidando a los hijos y ocupándose de las gestiones de la casa. La cuestión es que la pareja establezca un acuerdo tácito en el que los dos sientan que dan y reciben por igual. Esa es la clave, que ninguno sienta que pierde algo estando con el otro. Como dicen los ingleses, la relación debería estar basada en un “win and win” donde los dos ganen.
En definitiva, el centrarnos en la diferencia perjudica más que beneficia. Lo importante es que nos centremos en qué nos aporta nuestra pareja y qué le aportamos nosotros a ella. Y desde ahí, encontrar un punto de unión que fortalezca nuestra relación.
-Sara Estébanez-
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