Ayer fue un día tan extraño, que hoy estoy que mi cabeza está del revés. De verdad, no sé qué pasó. No entiendo nada. Te cuento.

Fui a la fiesta de cumpleaños de Sol, mi amiga de la infancia. Estuvimos en un garito un montón de gente. Todos los asistentes pertenecíamos a la fiesta. Todo el local era para nosotros.

Al principio de la fiesta todo fue normal. La gente fuimos llegando poco a poco. Los que nos conocíamos nos saludábamos y los que no, pues nos presentábamos mutuamente. Todo era perfecto. La organización era de diez.

Hasta ahí nada que objetar. Pero después de las correspondientes presentaciones ahí ya empezó a generarse mi confusión. En esos saludos y presentaciones coincidí con una chica a la que no conocía. Se llamaba Esperanza. Sus ojos me encantaron. No podía parar de mirarlos. Sentía una atracción fatal hacia ellos.

Sí, reconozco que me encanta fijarme en los ojos de la gente. Pero los de esa chica eran especiales. Emanaban una luz que nunca había visto en otra persona.

Ella se percató de esa fijación que sentía sobre sus ojos y se acercó hacia mí. Entablamos una conversación. Nos presentamos más en profundidad. Compartimos nuestras profesiones, quehaceres, pasiones y demás. Y así, como quien no quiere la cosa, de repente me encontré acurrucada en su regazo dándonos dulces piquitos seguidos de unos profundos morreos en los que las dos nos hacíamos una.

He de decir que toda la vida he sido heterosexual. Jamás he sentido ni hecho nada con ninguna mujer que no fuese lo estrictamente normal entre dos amigas. Compartir alegrías y tristezas, aconsejarnos en nuestras preocupaciones, ser confidentes la una de la otra. Pero nada más. Nunca, pero nunca, nunca había besado a ninguna mujer en la boca y mucho menos me había morreado con ella como lo hice ayer.

Pero la cosa no acabó ahí. Lo que al principio eran unos simples besos se convirtió en algo más. Ya no sólo eran los labios. A continuación nuestras manos pasaron a la acción. No sólo las de ella, las mías también recorrieron sus dulces curvas. Al principio, por encima de la ropa para poco a poco traspasar su camisa y acariciar sus dulces pechos. Después bajaron lentamente hasta tocar sus partes más íntimas. Así, poco a poco, dulcemente empezaron a bailar al ritmo de la música acariciando su sexo. Suave, despacito, con cuidado. Así proseguí hasta que la llevé al máximo de los placeres y se sumió en un intenso orgasmo seguido de un gemido. No sé si alguien lo escuchó, pero yo me sentí enrojecer al escuchar tanto deleite y placer en ella.

Vuelvo a decirte, en la vida había mantenido relaciones sexuales con ninguna mujer. Y conmigo misma tampoco te creas que mucho tampoco. Sabía dónde estaba el clítoris pero no estaba muy entrenada en todo lo relativo a la masturbación. Ella también me llevó hasta ese punto de ilusión, pasión y desenfreno donde todo tu cuerpo se contrae en un súmmum de placer y éxtasis.

Todo esto me tiene más que descolocada. No sé qué hacer ni qué decir. No se lo he contado a nadie. De hecho, no tengo a nadie con quien compartirlo. Todos mis amigos son heterosexuales y nunca les he visto abiertos a nada que tenga que ver con este tema.

¿Ahora qué soy? ¿Heterosexual? ¿Lesbiana? ¿Bisexual?

No lo sé.

-Sara Estébanez-

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