Tomando un café el otro día con una de mis amigas, empezó a contarme que había dejado de quedar con chicos. Que se sentía mal, que creía que estaba haciendo algo que no estaba bien.
Lo primero que pensé es que le había pasado algo malo, que había tenido alguna mala experiencia con alguno de los chicos de los que había quedado. Me dijo que no, que al contrario. “Entonces porque has dejado de hacer algo que gustaba”. Cuál fue mi sorpresa cuando me dijo “es que mi vecina piensa que soy una fresca, me mira mal”.
Entre atónita, desconcertada y con un nivel de enfado importante, intenté transmitirle a mi amiga que ella no tenía que dejar de hacer cosas porque a una persona le pareciese mal. Y menos por alguien a quien no conoce y no es nadie en su vida.
Intenté explicarle que ese tipo de creencias impuestas de los demás nos llevan a no tener la vida que realmente queremos. Nos condiciona la posibilidad de no ser aceptados, de ser cuestionados o de que a alguien le parezca mal. Esto nos genera tal ansiedad y preocupación que decidimos quitarnos acciones positivas por “el qué dirán”.
Seguro que a ti también te ha pasado esto alguna vez. Te voy a decir lo mismo que le he dicho a mi amiga “sal, entra, diviértete, haz todo aquello que te de placer y olvida lo que los demás piensen de ti”.
Lo que ellos piensen de ti, es problema de ellos no tuyo.
Tú simplemente se feliz.
-Ruth Fernández-
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