Ahí estaba yo absorta con los auriculares puestos. Estaba tan metida en la música que estaba escuchando, que era como si mi alrededor hubiera desaparecido. Tanto fue así que de repente, alguien tocó mi hombro izquierdo, y salté dando un respingo del susto que me di y me giré rápidamente hacia ese lado.

– ¡Holaaaa! – Me saludó la persona que estaba a mi lado.

Yo la miré, pero en ese momento ni la reconocí.

– ¿Qué tal estás? ¡Cuánto tiempo sin verte! – Continuó.

– ¡¡Ahhh!! Eres Lucía mi vecina de al lado. – Respondí aún de vuelta a este mundo.

– ¿Qué pasa que no me reconoces? – Preguntó medio asombrada.

– Sí, lo que pasa es que estaba aquí escuchando esta música que tanto me gusta, me quedé en otro mundo.

– ¡Y tanto que no estabas aquí!

– Hay momentos en el día en los que necesito escuchar la música que toco, cantar o tocar mi piano.

– ¿Momentos? – Preguntó un poco asombrada. – ¿Cómo momentos?

– Sí. Cuando he tenido algún problema con mi familia, una discusión con alguien del trabajo, o algo así, me encuentro bajita de energía, y entonces lo que hago es eso, escuchar música o cantar.

– ¿Y para qué? – No lo verbalizó, pero se escuchaba cómo internamente se estaba diciendo “menuda estupidez”.

– Para elevar mi vibración. Sólo escuchar los primeros compases hace que me vaya encontrando mejor. Y ya, si me imagino cantándolo con la gente del coro, ni te digo. Mi energía se pone como una moto y es como si el problema hubiera desaparecido. Ahí sigue, pero ya lo tomo con otra energía. Me siento con más fuerza.

– Pues estabas ahí desaparecida en otro mundo.

– Sí. Hoy he tenido un día muy difícil y necesitaba recargarme las pilas. Me he puesto una de mis obras preferidas y me he puesto a escucharla. Era como si estuviese dentro de ella. Por eso cuando me has dado en el hombro he dado ese brinco. Me has asustado.

– Y tanto que te he asustado. – Respondió firmemente.

– Estaba en otro mundo. La vibración de cada nota estaba haciendo que mis pilas se fuesen recargando.

– ¿Como el cargador del móvil?

– ¡Justo! No lo podías haber dicho mejor.

Sus ojos lo decían todo. Estaba atónita. Pero es así. Escuchar música que nos gusta, cantarla o tocar un instrumento musical puede ayudarnos a encontrarnos muy bien. Te lo digo por experiencia.

 

-Sara Estébanez-