Nos buscamos en los ojos del otro/a. Intentamos conocernos a través de la mirada de la gente. Tanto cercana como lejana. Queremos que nos vean bien, que nos miren con orgullo.

 

Se nos olvida que hemos de mirarnos con nuestros ojos. Amarnos a través de nuestra propia mirada. Tan solo desconocemos el camino para ejecutarlo desde ahí.

 

Nadie nos ha enseñado a estar orgullosos de nosotros/as mismas/os. Hemos aprendido a sacar buenas notas para que me quieran; escalamos a lo más alto laboralmente para que otros/as me acepten.

 

Es hora de empezar a mirarnos a través de nuestros ojos, de amarnos a través de nuestra mirada y de sentirnos orgullosos de nosotros/as por el simple hecho de “ser” y no “de tener”.

 

Emprende aventuras porque a ti te hagan sentirte bien no porque a otros/as les haga sentirse bien.

 

Emprende trabajos porque a ti te gusta el lugar al que te llevan no porque a otros les parezca bien el destino al que vas. Quieres ascender, hazlo. No quieres ascender, no lo hagas. Las dos cosas estarán bien si a ti te hacen sentirte bien.

 

Empecemos con cosas pequeñas de reconocimiento a nuestro camino. Cada día reconócete algo que hayas hecho por ti y te haya hecho feliz.

 

También puedes empezar por mirarte al espejo y decirte todos los días “estoy orgulloso/a de ti”. Al principio surgirán sensaciones incómodas e incluso feas, casi todas por desconocimiento. Sigue practicando y verás cómo paso a paso tu sentir cambia.

 

Redirige la mirada hacia ti.

 

Tus ojos son los más bonitos con los que te puedes mirar y observar.

 

-Ruth Fernández-