El otro día fui a casa de unos amigos y al entrar lo percibí rápidamente, estaban de bronca. Había un mal rollo en el ambiente impresionante. Cada uno en una estancia de la casa, uno en el salón y el otro en la habitación que tenían de despacho. Los dos mirando al suelo, con cara de mosqueo y refunfuñando para sus adentros.

Decidí hacer algo para ayudarles a resolver sus diferencias. Primero me fui al salón y me senté a su lado. Y sin articular palabra comenzó a soltar todo tipo de injurias por su boca.

– Es que mi pareja no me respeta. Todo lo que hago le parece mal.

– ¿Y qué le dices cuando va conduciendo, escribe un artículo o hace algo de la casa? Todo te parece mal. No le dices nada bueno. Siempre le estás criticando.

– Pero es que es verdad. – Le dijo cortándole rápidamente. – No pone los intermitentes cuando va a girar. Sus artículos son una mierda. Tiene un montón de faltas de ortografía. Y de la casa ni qué decirte. Siempre se está dejando mierda por las esquinas cuando barre. Plancha como el culo y cocina peor.

– ¿Y qué de bueno tiene? ¿Te has fijado que no has dicho ni una cosa que haga bien? Todo han sido críticas. Hace mal esto, peor lo otro… y así todo el rato. ¿Cómo quieres que te respete y que te valore si tú no respetas ni valoras a tu pareja? Los de afuera son un reflejo nuestro. Tu pareja es un espejo de lo que tú haces. Si tú no paras de reprochar al otro todo lo que hace, el otro tampoco verá ninguna belleza en lo que tú haces.

– Luego, además, se ríe de mí porque me guste ir a caminar por el campo. – Cambió de terna. – Mira que disfruto. ¡Me encanta! Pero cada vez que salgo se mofa de mí.

– ¿Y tú qué haces cada vez que abre un libro? Le ridiculizas y te ríes de ella. ¿Qué le dices? “Con tanto que lees y la cantidad de faltas de ortografía que cometes.” – Le citó. – ¿Cómo crees que se siente? A lo mejor lee tanto para dar más riqueza a sus artículos y aprender ortografía para así cometer menos faltas. ¿Se te había ocurrido pensarlo así?

– Mmm… No. – Respondió con el rostro mirando al suelo. Se había dado cuenta de que nunca veía nada bueno en su pareja. La cosa no puede seguir así. Se dijo para sus adentros.

Acto seguido, después de dejarle pensativo y meditabundo, me marché al estudio y pasé para escuchar la otra parte de la trifulca.

– ¿Has escuchado todo lo que te ha dicho? Quien lo hace todo mal soy yo. Tú lo has oído, “todo son críticas hacia mí”. No me respeta. No valora lo que yo hago. Todo lo hago mal. Ya no puedo más.

– Ya lo he visto. Pero, ¿quieres que te cuente un secreto? Todo esto que ves en tu pareja es un fiel reflejo de lo que haces tú contigo. ¿Cuánto te valoras tú a ti y lo que haces? ¿Te respetas en todo momento o infravaloras cada cosa que haces? ¿Qué te dices sobre tus artículos? ¿Y cuando después de haber recogido la casa ves una mota de polvo o unos cuantos pelos en el suelo? ¿Qué piensas? ¿Qué te dices? Reconócelo. ¿Cuántas veces me has dicho a mí que lo haces todo mal?

– ¡Pero es que es lo que me dice mi pareja! – Me cortó rápidamente.

– ¿De verdad? Nos conocemos desde hace tiempo, incluso antes de que conocieses a tu pareja. ¿Qué te decías? ¿De qué hablábamos en nuestras largas tardes de café? Te criticabas por todo. Estabas con que si hacía mal esto o tenías que añadir no sé qué al artículo de tal. ¿Es verdad o me lo estoy inventando?

– Es cierto. – Contestó.

– Tu pareja es un fiel reflejo de todo este diálogo interno que tienes.

– ¡Pero si nunca se lo he contado! – Objetó.

– ¿Y qué? Da lo mismo. Los de afuera son nuestro reflejo. Los demás siempre están repitiendo lo que uno se dice a sí mismo. Si te dices que eres guapo, los demás te verán como una persona hermosa. Si te dices que eres inteligente, verán como maravilloso aquello que digas y hagas. Si no te valoras, los demás tampoco lo harán. Y mucho más tu pareja. Tu pareja es la persona más cercana a ti. Con la que compartes la mayor parte de tu tiempo. Con lo que será la que más te muestre cómo eres internamente, cómo te quieres, cómo te valoras y lo que ves tú en ti mismo.

– Pero entonces nuestra relación de pareja siempre será una permanente crítica, un siempre lo haces mal. ¡Menuda mierda!

– O no. No tiene por qué ser así. Recuerda que tu pareja es un reflejo de lo que tú te dices a ti mismo, con lo que si cambias tu propio diálogo interior, tu exterior será diferente. La llave la tienes tú. Tú eres quien puede cambiarlo todo. Si valoras lo que haces, ves lo positivo en lo que haces, tu pareja hará lo mismo. Apreciará tus contribuciones a que la casa esté mejor. Respetará tu pasión por los libros. Verá la riqueza en tus artículos. Todo depende de lo que tú hagas. Empieza a mirar como bueno todo aquello que haces y verás cómo todo cambia.

-Sara Estébanez-

 

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