Mi abuela Matilde, la madre de mi mama, era una persona muy especial. Tenía algo dentro de ella que lo transmitía fuera prácticamente sin darse cuenta. En el pueblo todo el mundo la conocía, iba a casa a verla o la paraban por la calle.

 

Desde que soy pequeña esto me llamó la atención y observaba infinidad de comportamientos que con el tiempo he ido entendiendo. La ayuda del análisis Transgeneracional y mi abuela Matilde mi propio camino.

 

Quizás te llame la atención, pero parte de lo que soy como terapeuta lo he aprendido de ella. Aprendí a escuchar con el corazón, a mirar con el alma el alma de mis pacientes, a no diferenciar ni discriminar a nadie, a crear espacios seguros y a estar presente para aquellos/as que lo necesitaban.

 

La casa de la abuela Matilde, y de mi abuelo Antonio, era un ir y venir de gente. Si alguien necesitaba comida, allí que iba. Si alguien necesitaba cobijo, la puerta estaba abierta. Si alguien necesitaba ayuda (del tipo que sea), la puerta estaba abierta.

 

Esa puerta siempre estaba abierta. Daba igual como fuera, sintiera o pensara la persona, la puerta estaba abierta para ellos/as.

 

Creo recordar que pocas veces se cerraba la puerta con llave, quizás para dormir. Aun así la gente, si necesitaba algo urgente, podía tocar en los cristales de la venta del dormitorio, ellos estaban dispuestos.

 

Sembraron ayuda y cariño en todos los corazones que lo necesitaron. Apoyaron causas difíciles en aquellos tiempos, causas que ahora son lucha abierta y transparente pero en la época que ellos vivieron no lo eran.

 

Ellos han sido un referente para mí como persona y como profesional de la psicología.

 

A través de ellos os voy a ir narrando y explicando el Análisis Transgeneracional.

 

Acompañarte en este viaje por la historia.

 

-Ruth Fernández-