Hoy el día era para mí. Mi chico se había ido de viaje y me quedaba sola. En cuanto llegué a casa me tumbé en el sofá decidida a dedicarme la tarde para mí. Necesitaba descansar.

Nada más sentarme, empecé a relajar mi cuerpo poco a poco dirigiendo la respiración parte por parte. Primero los pies y las piernas. Después seguí con el tronco, cada uno de sus órganos, los brazos, el cuello y la cabeza.

Sentía cómo toda yo estaba relajada, pero mi entrepierna decía todo contrario. Me había olvidado por completo de ella y mi sexo estaba ahí recordándomelo. Y claro, tanta relajación hizo que mi atención se focalizase en él. Lo sentía vibrante y caliente.

Cuanto más me centraba en él, su temperatura iba subiendo más y más.

Sabía que a mi chico no le importaba que me consolase sexualmente yo sola a mí misma. De hecho, el que yo se lo contase después le ponía a cien no, a doscientos, lo cual era un aliciente más para hacerlo.

Me recosté un poco más en el sofá, pero sin tumbarme del todo. Así me era más sencillo llegar a “toda yo” sin tener que alargar los brazos con brusquedad. Esto, a su vez, me ayudaría a relajarme más entrar más en mi personaje de autosatisfacción.

Aún estaba vestida, pero fue sencillo. Comencé acariciando mi rostro suavemente con mis dedos. Mis labios. ¡Cómo me encantaba recorrerlos con la yema de mis dedos! Me recordaba a los besitos que le doy a mi chico rozándole todo su sexo con aquellos labios que tanto le encandilaban.

Recorrí lentamente mi cuello. Fui bajando poco a poco a la vez que me iba desabrochando botón a botón de la camisa. Cuando llegué a mis pechos me permití el lujo de desnudarlos y apretarlos con tensión, pero sin llegar al dolor. Igual que hacía mi chico. Mojé mis dedos índice y corazón para a continuación rozar mis pezones con ellos y hacer que se tornasen más tensos y vibrantes aún.

Ya no podía más. Me estaba poniendo fina filipina. Todo mi ser ardía por todos sus poros. Con lo que bajé mi mano derecha hacia mi entrepierna.

¿Sabes cómo estaba eso? Chorreando no, lo siguiente. Estaba empapado.

Comencé a hacer un pequeño movimiento vertical acariciando dulcemente mi clítoris. Arriba, abajo, arriba, abajo. Pero según iba haciendo ese pequeño meneo su grosor iba creciendo más y más y cambié la danza de mi mano. Ahora comencé a hacer unos pequeños círculos giratorios sobre él. Al principio, de forma lenta y pausada para poco a poco ir acelerando su ritmo. Ya no podía más.

Cerré los ojos a la vez que me llevé al súmmum.

Ahí estaba yo sola, disfrutando de mi propio sexo. Sintiéndome libre de ser como soy y darme todo el placer que me plazca.

-Sara Estébanez-

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