… Continuación
No habían pasado ni cinco minutos cuando mis dos gigolós se sentaron uno a cada lado junto a mí.
Bbbfff… ¡Cómo estaba hoy el chico de ojos azules! Mi mirada se quedó clavada en él. Era como si el resto del mundo hubiese desaparecido. Todo lo de alrededor se había evaporado.
Fue instantáneo, mi fervor despertó súbitamente. Mi cuerpo estaba cada vez más y más caliente. Mis mejillas parecían dos soles a medio día. Y mi sexo era un volcán en plena ebullición. ¿Qué me estaba pasando? Jamás había sentido algo así al mirar a un hombre a los ojos. De hecho, el día que estuve con él esta llama que ahora estaba ardiendo en mi interior no se encendió. ¿Sería algo más que excitación?
Cuanto más le miraba, más me encendía. Por mi mente rondaban infinidad de preguntas. ¿Cómo se llamaría? ¿Tendría novia? ¿Dónde viviría? Era una total intriga. De todas las personas con las que había mantenido contacto en este lugar, ninguna de ellas había despertado en mí tanta curiosidad, ni tanto interés. ¿Qué me estaba pasando?
Dejé esto de lado y traté de centrarme en su otro compañero. Nunca había tenido dos hombres para mí a la vez y no sabía cuál era el “protocolo” a seguir. Si me detenía en uno, el otro podría sentir que le estaba despreciando. Esto era como un partido de ping-pong, pero sin pelota. Mi cabeza iba de un lado para otro sin saber a cuál de los dos mirar, aunque, internamente, mi cuerpo tenía claro cuál era su preferencia.
Tuvo que notarse mucho, pues nada más tener esa sensación de vaivén, el de mirada cautivadora rompió el silencio.
– Me llamo, Sandro y mi compañero Joel.
“Ahhh!!! Sandro!!! Qué nombre tan bello. Como el gigoló que es. Hace honor a su ser.” Pensaba para mis adentros. Mientras, él continuaba:
– Hoy “El País de las Maravillas” es para ti. Vas a despertar a un nuevo mundo de placer, lujuria y sexo. Esperamos que disfrutes tanto como lo hizo Alicia cruzando tras el espejo.
Yo quería responderle, pero, por más que intentaba articular palabra y verbalizar mis pensamientos, nada salía de mi garganta. Estaba como paralizaba. Sólo con mirarle, mi cuerpo se convertía en estatua de sal.
El monólogo-diálogo continuó hasta que terminé mi consumición. Sin embargo, por más atención que ponía, no conseguía interiorizar la información que me estaba dando. Me encontraba absorta mirando el azul mar de sus ojos. Era como si estuviese hipnotizada.
De camino a la habitación, mi pensamiento era sólo uno, él y su cautivadora mirada. Hoy nos dirigimos a unos ascensores ubicados al lado contrario de la escalera. Sus paredes estaban recubiertas de un rojo terciopelo acolchado. Ascendimos a la última planta. En ella una pequeña estancia hacía de antesala a la puerta dorada de dos lustrosos pomos que se presentaba frente a nosotros.
– Adelante, por favor. – Dijo el otro compañero mientras abría la puerta.
Ante mí apareció una suite decorada en tonos rosa pastel como el de los cuentos de hadas. En ella, una enorme cama de no menos de tres metros de ancho. Ahí yo sola nadaría como si fuese una piscina.
Inocente de mí, me lancé en plancha ignorando las consecuencias de tal acto. En cuanto aterricé, unos mágicos dedos se deslizaron por mi cuello apartando de él todo cabello para dejar espacio libre a una boca con sutiles besitos. Al mismo tiempo, unas manos empezaron a recorrer toda mi espalda lentamente. Todo ello era como un baile de a dos sincronizado en el tiempo.
Si mi sexo ya había despertado antes al fijarme en mi acompañante del día anterior, ahora el fuego desbordaba por todo él y toda yo me torné febril y con más ardor si aún cabe.
Ahí estaba yo, rendida y abandonada a la venia de aquellos dos hombres disfrutando a cada instante con esos sincopados movimientos al son de una música que nadie escuchaba. Cada vez me sobraba más ropa. Intenté deshacerme de ella, pero una mano me detuvo y me quitó todas las prendas lentamente. Todo un ritual.
Primero la camisa, botón a botón. Uno por uno. Acompañando sus movimientos, una mano se deslizaba por mis pechos y los atusaba amablemente. De repente, unos dedos treparon por mi entrepierna para tener libre acceso a mi interior y acariciar toda la zona con una lengua juguetona. Sus movimientos dulces y rápidos lograron que descubriese una de las “Maravillas” del mundo mágico de Alicia. Era tal mi excitación, que el orgasmo vino a mí de sopetón y un pequeño alarido salió de mi boca.
Continuará…
-Sara Estébanez-
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