Era jueves a media mañana y no cesaba de rondar por mi cabeza todo lo vivido con aquel bello moreno de metro ochenta. Su actuación no me había dejado indiferente. ¡Y tanto que no lo había hecho! No había transcurrido ni una semana desde mi primer contacto con él, pero ahí estaba, en mi mente en todo momento. Incluso durante las reuniones con los directivos de la empresa.

Esto no podía continuar así. ¿Cómo unas simples horas podían marcar tanto a alguien?

Me prometí a mí misma que en cuanto saliese de trabajar el viernes, volvería a aquel escondido hotel de carretera.

Y así hice. Al día siguiente, nada más finalizar mi jornada de trabajo, encendí a Johny, mi viejo Buick descapotable, y me encaminé a la tortuosa carretera del volcán. Eso sí, hoy sí iba preparada con mis mejores galas y con un bocadillo para ir tomándomelo a la vez que conducía.

Hoy la recepcionista lucía un vestido bruno por encima de la rodilla y con ribetes blancos de encaje en las costuras. Encima lucía un largo collar de perlas. Y una floreada y pálida diadema. Y una pluma completaba su indumentaria apartando el flequillo de su pronunciada frente.

– ¿Qué desea la señora el día de hoy?

Era la misma chica del día anterior. ¿Me habría reconocido?

– ¿Acompañante masculino o femenino? – Continuó.

– Masculino, por favor. – Repliqué rápidamente.

– Por favor, acompáñeme.

Hoy había tocado en el ala opuesta. Todo estaba decorado en diferentes tonalidades rojas. Eso sí, hoy, la sala se hallaba más vacía que la vez anterior. Incluso estaba un poco más iluminada, lo que me permitía percibir más detalles de la estancia en la que me encontraba.

Había un escenario con un bello telón a juego hecho de tul. La mayoría de las mesas eran pequeñas y disponían de dos sillas enfocando hacia el lugar de la actuación. Pero las que estaban a mi izquierda, algo más retiradas del resto, tenían otra disposición. Eran de mayor tamaño y estaban preparadas para más comensales. ¿Para qué tanto asiento? ¿Vendrían parejas a este tipo de lugares? ¿Grupos?

Estaba tan ensimismada contemplando el panorama, que no me di cuenta de que un camarero se encontraba a mi derecha.

– ¿Desea tomar algo la señorita? – Preguntó inclinándose hacia mí en gesto de reverencia.

– Mmmm… Tomaré un café irlandés. – Contesté a la vez que tomaba entre mis manos la carta de los servicios.

Ya no cogería a Johny hasta la mañana siguiente, por lo que un poquito de alcohol no me haría daño.

Mientras esperaba que volviese con mi bebida, continué analizando el lugar en el que me encontraba. Varios hombres vestidos de época iban de aquí para allá. Ninguno llamaba mi atención hasta que de repente, un despampanante rubio de pelo largo cruzó el umbral de la puerta.

Estaba claro, ese iba a ser hoy mi acompañante. Ahora sólo me faltaba elegir con qué juego iba a retozar. Sus pantalones bien ceñidos y sujetos con aquellos tirantes a juego dejaban intuir lo que debajo de ellos se escondía. Y su camisa blanca ajustada marcaba su musculoso pecho.

El menú era variado. No sabía por dónde empezar. Recordaba que el día anterior había algo referente a “despertar” o algo similar. Busqué. Ahí estaba: “El despertar a un nuevo mundo”. ¿En qué consistiría? Los “Besos calientes” fueron todo un despliegue de sensaciones. ¿Estaría esta propuesta a la altura?

Levanté la mirada y comprobé que ya llegaba mi café.

Me gustaría tener los servicios del compañero que está ahí. – Le pregunté al camarero a la vez que le indicaba aquel chico tan despampanante. – ¿Qué debo hacer?

– No se preocupe señorita. Ahora mismo le aviso y le digo que venga con usted.

– Muchas gracias.

Dicho esto, se dirigió hacia él y le susurró algo al oído. Estaba claro que era referente a mí, pues nada terminar, giró la cabeza para mirarme y vino hacia mí.

– Buenas tardes señorita. ¿En qué puedo ayudarle esta noche? Ya veo que tiene la carta entre sus manos. ¿Ha elegido servicio?

– Sí. Me ha llamado mucho la atención uno: “El despertar a un nuevo mundo”. ¿En qué consiste?

– Lo siento. Es política de la empresa no dar descripciones a los clientes. Compréndalo. Es para evitar posibles plagios. Lo único que le puedo decir es que entra dentro de los servicios considerados “duros”.

– ¿Duros? ¿A qué se refiere?

– Dentro de su grupo es de los más suaves, pero eso no quita que la azote. ¿La han azotado alguna vez?

– Quitando alguna reprimenda de mis padres en mi infancia, no.

– No se preocupe. Entonces elegiremos el modo “suave”. ¿Le parece bien?

Asentí con la cabeza a la vez que le daba un sorbo a mi bebida. Tenía que prepararme. ¿Dónde me estaba metiendo?

Continuará….

-Sara Estébanez-

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