Estaba harta. Era la enésima vez que suspendía esa asignatura. Yo creo que el profesor me tenía manía. Claro, que también se mofó el día de la presentación en la universidad diciendo que “mi asignatura no la saca nadie”. ¡Y tanto que no la sacaba nadie! La había repetido dos veces y ahí seguía. Pero esta vez se iba a enterar. Ya no me iba a callar. Lo tenía clarísimo.

Subí hasta la quinta planta y me dirigí a su despacho. No había nadie fuera esperando y su secretaria no estaba ahí. Golpeé dos veces la puerta con mis nudillos.

– ¿Se puede pasar? – Pregunté a la vez que abría sutilmente la puerta y asomaba sólo mis ojos para hacerme ver.

– Pase, pase, adelante. – Contestó.

Ahí estaba él, todo repanchingado en su escritorio. Claro, que en cuanto me vio, se reincorporó. No fuese que diese una mala impresión. “Será hipócrita.”, pensé para mis adentros.

Y ahí que me metí, con toda mi indignación a flor de piel.

– ¿Qué se le ofrece Señorita Elena?

¡Alucinante! Se sabía mi nombre.

– Vengo a reclamar por el examen Sr. Flux. Creo que la puntuación que me ha puesto es muy baja y que mi examen está para más. Por eso estoy aquí. – Le dije a la vez que me acercaba a su escritorio.

Mientras le respondía me percaté de que no quitaba ojo de mi escote. Su mirada lujuriosa le delataba. Y ni corta ni perezosa ahí que me dirigí. Me acerqué a él rodeando su mesa sigilosamente con mirada pícara. Me subí encima de ella lo más pegada a él que pude.

Ahí, quien controlaba la situación era yo. Comencé acariciando sutilmente mis labios. Poco a poco fui deslizando mis dedos hasta la abertura de mi camisa. Su rostro era otro. Se había transformado. Se le notaba. Ya no podía aguantar más y lanzó su mano hacia mis pechos. Me desabrochó los botones uno a uno hasta poder tener acceso y manosearlos a su antojo. Mientras lamía y rechupeteaba cada uno de mis senos, con sus manos hacía también de las suyas. Me despojó de mi ropa interior para así acceder a mi sexo.

Claro, que yo tampoco me estuve quieta. Hice de las mías en todo su cuello y su pecho. Y en un momento de distracción pude comprobar lo que había un su entrepierna. Un pene potente y viril estaba a la busca y captura de mi Ser.

Ya te diré si lo logró. Se hundió en mí. Estaba tan potente que nada más entrar en mí tuve que morderme los labios para no dar un gemido de placer y que me oyesen en el despacho de al lado. Era la primera vez que llegaba al summum nada más ser penetrada. Ahora lo entiendo todo. Su máster era ese. Ese era el único modo de terminar la carrera, con sexo en estado puro.

Él estaba ahí, dentro de mí en una sutil danza que poco a poco fue aumentando de tempo. Cada vez iba más y más rápido. Así fue como llegó un vertiginoso baile que le llevó al clímax. Un sonoro gruñido de satisfacción le delató.

-Sara Estébanez-