Muchas veces pensamos que nuestros pensamientos, las emociones que sentimos y las acciones que llevamos a cabo son cosas independientes y que no tienen nada que ver las unas con las otras. Pero es un craso error. ¿Por qué? Te cuento.

 

Piensa en algo positivo, en algo que te guste. Cierra los ojos y céntrate en eso que te gusta. Después de un rato de haber estado pensando en ello, observa tu cuerpo. Percibe cada una de sus partes. ¿Cómo están tus piernas? ¿Y tus glúteos? Siente tu estómago. ¿Cómo está? ¿Y tu pecho? ¿Tus brazos y tus manos? ¿Tu cuello? ¿Tu cara? En definitiva, todo tú. Analiza milímetro a milímetro todo tu cuerpo.

 

Ahora haz lo mismo con algo que detestes. Algo que no te guste nada. Que te resulte repugnante. Cierra los ojos. Piensa en ello y detente a analizar cómo te encuentras a nivel corporal.

 

¿Es igual? ¿Te sientes físicamente del mismo modo con ambos pensamientos (el que te gusta y el que no)? Estoy segura de que tu respuesta es “NO”.

 

Una vez percibido esto, demos un pasito más. Antes estábamos hablando de cómo responde tu cuerpo ante algo que te gusta y algo que no. Ahora iremos a tus emociones.

 

Vuelve a cerrar los ojos y piensa en algo que te guste, que te encante. ¿Cómo te sientes a nivel emocional? ¿Feliz, contento, agradecido, con fuerza, con seguridad, satisfecho…? ¿O enfadado, triste, angustiado, avergonzado, culpable, temeroso, incompetente…? En definitiva, ¿te sientes bien o te sientes mal pensando en algo que te gusta?

 

Y ahora haz lo mismo, pero con algo que detestes, algo que no te guste. Cierra los ojos y obsérvate a todos los niveles. ¿Cómo reacciona tu cuerpo? ¿Qué emociones te genera el pensar en aquello que te desagrada? ¿Son emociones agradables o desagradables? ¿Te sientes bien o te sientes mal pensando en eso que no te gusta?

 

Hasta ahora hemos visto cómo lo que pensamos hace que nuestro cuerpo responda de un modo u otro. Y que nuestras emociones sean placenteras o no. Pero la cosa no acaba ahí. ¿Y las acciones que llevas a cabo? ¿Son las mismas cuando te sientes ben que cuando te sientes mal?

 

¿El pensar en aquello que tanto te gusta hace que actúes del mismo modo que si piensas en lo que te repugna? Estoy segura de que no.

 

Todos tenemos cosas que nos gustan y cosas que nos disgustan, pensamientos positivos y pensamientos negativos. Emociones que nos resultan agradables y otras que no. La clave está en ser consciente de que nuestros pensamientos hacen que nos sintamos de un modo u otro, lo que, a su vez, condiciona las acciones que llevamos a cabo. En nosotros está la decisión de qué pensamientos elegimos tener y en cuáles nos centramos.

En nuestro canal de YouTube tenemos un vídeo sobre este tema.

-Sara Estébanez-