Hoy es 24 de Diciembre, una fecha muy señalada en mi casa. Desde que comienza el mes esto se puede convertir en una locura. Cartas, regalos, cargar el trineo, preparar a los renos con tal de que llegado este momento, todo funcione como un reloj. Por cierto, no me he presentado, soy Mamá Noel.
Estoy sentada en mi mecedora con un maravilloso té, observando cómo anda de un lado para otro Papá Noel. Así todo ajetreado, y tan solo con los pantalones, su camiseta y los tirantes. Me estoy dando cuenta de lo sexy que está. ¿Quizás antes de que se vaya podríamos buscar la forma para que se le quite ese estrés?
¿Qué está pasando por mi cabeza? Normalmente este día le suelo dejar tranquilo, pero creo que hoy vamos a romper las normas. Me gusta saltarme las normas. A él no tanto. Más bien nada. Está tan guapo y sexy así vestido…
Me levanto y voy a cambiarme de ropa. Selecciono para ahora mi vestido más corto y con el escote más pronunciado, me pongo unas medias hasta medio muslo sujetadas por un ligero rojo, ese que tanto le gusta. Calzo mis tacones y vuelvo al salón, a mi mecedora, con mi té.
Se da la vuelta y al verme así, parece no creérselo mucho y me dice: “Sabes que hoy es un día importante, ¿puedes cambiarte de ropa?”. A lo que yo respondo: “Tengo mucho calor” aprovechando para levantarme de la mecedora y acercarme a él.
Le cojo las manos y las coloco en mis caderas, le beso el cuello, la boca. Vuelvo al cuello. Al principio se resiste, pero al final… Al final se deja llevar soltando sus tirantes y apretando su cuerpo al mío. Como en nuestras mejores noches de pasión.
Le tiro en la cama colocándome sobre su torso ya desnudo. Acaricio poco a poco con la yema de mis dedos y mi lengua su pecho y sus abdominales tan marcadas. Bajo suavemente hasta llegar a su pene. Su placer aumenta y el mío más al verle así. Me excita mucho saber que lo pasa bien.
Con suavidad mi boca chupa su pene hasta que se pone erecto. Esto de ser una niña mala es una maravilla. Vuelvo a subir lentamente hasta que llego a su boca y nos besamos con pasión. Coloco mis piernas a ambos lados de sus caderas, y me penetra. Cabalgo en esa posición hasta que los dos llegamos al orgasmo.
Descanso mi cuerpo sobre el suyo. Se queda dormido. Le dejo así tranquilo, cuando sea la hora de irse, le llamo.
-Ruth Fernández-